El panorama era muy alentador después de los fichajes realizados durante el verano, pero el rendimiento de New York Knicks en lo que va de temporada deja mucho que desear. Hay tanto talento en el equipo que los triunfos llegan, pero no hay una sensación de cohesión colectiva, la rotación es muy corta y sigue habiendo jugadores por debajo de su nivel y que no encuentran sus espacios.
Buen ambiente, desarrollo de automatismos, una identidad como equipo y esfuerzo colectivo. Todo eso es lo que transmitía New York Knicks el pasado año y después de fichar a dos grandes jugadores como Karl-Anthony Towns y Mikal Bridges el panorama era apasionante. Sin embargo, no todo en la vida es juntar estrellas. Los sacrificios para conseguir a estos dos jugadores fueron Hartenstein y Di Vincenzo, dos hombres que dotaban de un ensamblaje muy particular al equipo, ofrecían energía en la rotación y hacían esfuerzos defensivos impecables.
La gran merma de New York Knicks en lo que va de año es la defensa, siendo el 22º equipo de la NBA en rating defensivo. Además, Brunson no termina de encontrar su mejor nivel y la sensación es que el equipo no ha desarrollado un sentimiento colectivo. Tom Thibodeau sigue reduciendo la rotación, con Cameron Payne y Miles McBride como únicos jugadores de banquillo con minutos de cierto nivel, algo totalmente insuficiente y que amenaza con quemar a un quinteto lejos aún del nivel que se le presuponía.