
Hay muy poco que rascar en la plantilla de Sacramento Kings. Decisiones difíciles de comprender y justificar, mezcla sin sentido entre jóvenes y veteranos, una estrella lejos del top-20 NBA y una historia reciente repleta de sinsabores. Así camina por la competición la franquicia de California, que afronta la temporada con más dudas que certezas.
Quedan muy atrás los tiempos en los que Sacramento Kings era una franquicia con un plan de futuro bien marcado, una identidad como equipo y aspiraciones competitivas. Sucesivos intentos de ser competitivos se han dado desde hace tiempo, habiendo un espejismo hace tres años, cuando quedaron terceros de la Conferencia Oeste. Terminaron sucumbiendo ante Warriors, y algo se rompió en ese equipo, que no solo no volvió a ser el mismo, sino que su proyecto competitivo se diluyó.
La marcha de Fox y llegada de Lavine y DeRozan, una dupla que ya se vio que no funcionaba juntos en los Bulls, ha generado en los aficionados de Sacramento Kings un gran shock, que no pueden entender cómo se han hecho estos movimientos. Solo un salto cualitativo abrupto de Keegan Mururay otorgaría cierta esperanza a un equipo que dista mucho de ser candidato a nada en una Conferencia Oeste tremendamente competitiva y con poco margen para las sorpresas.